Entre Estrofas y Enseñanzas: Descubriendo la Navidad a través de Mistral
Descubre el espíritu de la Navidad a través de la sublime poesía de Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura. En su poema "Sólo sé cómo se llama", Mistral revela cómo las enseñanzas de Jesucristo pueden transformar nuestras vidas con mensajes de amor, perdón y humanidad. Únete a nosotros en esta reflexión profunda sobre cómo los pequeños gestos cotidianos pueden llevar grandes cambios a nuestras vidas y a nuestro entorno.
Reflexión de Navidad:
En esta reflexión íntima y conmovedora, Gabriela Mistral despliega ante nosotros una tela bordada de emociones y aprendizajes a través de su poema "Solo sé cómo se llama". Es en este precioso espejo de palabras donde encontramos reflejada la esencia más pura del espíritu navideño: el amor y la transformación personal.
Al leer el poema, me veo transportada a esos momentos etéreos de la vida donde todo parece tener una razón de ser. Mistral, con una maestría inigualable, nos narra cómo, a través de las enseñanzas más simples y a menudo olvidadas, se configura un manual para vivir. Nos recuerda que las verdaderas lecciones emergen no de los grandes eventos, sino del susurro de lo cotidiano y del silencio de lo sencillo.
El corazón de su mensaje yace en la humildad con la que aborda cada revelación: agradecer las pequeñas cosas, liberar el dolor con lágrimas, recibir cada día con gratitud, y acostarnos con la paz como compañera. Estas no son solo actitudes recomendadas por una poetisa; son rituales diarios que, si se practican, pueden renovar nuestro ser interior y fortalecer nuestras relaciones exteriores.
Más allá de la técnica y el decoro, Mistral toca el núcleo de la etiqueta social verdadera: el amor genuino y el perdón. Enseña que un simple "gracias" o "perdón" puede revolucionar nuestra vida, transformando el miedo en amor, y la prisión del rencor en la libertad del perdón. Estas palabras, aunque ligeras como el aire, son fuertes como pilares en la construcción de puentes entre los corazones.
Y quizás lo más poderoso de su poesía es el llamado a vivir en paz, a ser felices y a esforzarnos por ser mejores cada día. En un mundo a menudo convulsionado por el ruido y la prisa, el consejo de Mistral resuena como un canto de esperanza y un recordatorio de que nuestra estancia aquí es temporal y debemos, por tanto, llenarla de significado y amor.
Finalmente, en la sencillez de su última estrofa, Gabriela Mistral encapsula una verdad universal: Jesucristo renace en el corazón abierto y dispuesto, cada vez que decidimos amar, perdonar y vivir en gratitud. Así, cada Navidad se convierte en una oportunidad para renovar no solo nuestra fe sino también nuestra manera de interactuar con el mundo. Gracias, Gabriela, por recordarnos que la etiqueta más refinada es aquella que brota del amor sincero y la compasión constante.
Agradecimientos:
Queridos amigos y lectores, al cerrar este año y dar la bienvenida al 2025, quiero tomar un momento para expresar mi más sincero agradecimiento. La Navidad de 2024 ha sido un momento especial para reflexionar sobre lo que verdaderamente importa: la familia, los amigos y las pequeñas alegrías que llenan nuestros días.
Quiero felicitar especialmente a mis compañeros de las universidades e institutos donde ejerzo como profesora, a los estudiantes y a los clientes, en particular a aquellos que comparten el interés por la Etiqueta en la Mesa, Etiqueta Social y Protocolo. Gracias por ser parte de este maravilloso viaje, por cada mensaje de apoyo, por cada palabra de aliento y por compartir conmigo la pasión por el aprendizaje y la excelencia en el trato social. Mi deseo para todos nosotros en 2025 es que continuemos creciendo, explorando y apoyándonos mutuamente en cada nuevo desafío y oportunidad.
Este Poema de Gabriela Mistral, tal vez sea uno de los que mejor reflejan el espíritu de Navidad. Es simplemente precioso:
Solo sé como se llama
Que si nació hoy,
que si nació ayer,
que si nació aquí,
que si nació allá.
Que si murió a los 33,
que si murió a los 36.
Que cuántos clavos,
que cuántos panes y pescados.
Que si eran reyes, que si eran magos.
Que si tenía hermanos,
que si no tenía.
Que dónde está, que cuándo vuelve.
Yo, lo único que sé es que…
A mí me tomó de la mano
cuando más lo necesitaba.
Me enseñó a sonreír y a agradecer
por las pequeñas cosas.
Me enseñó a llorar con fuerzas y a dejar ir.
Me enseñó a despertarme agradecida y a acostarme con la cabeza tranquila.
A caminar muy lento y sin preocupaciones.
Me enseñó a abrazar al que me necesita.
Me enseñó mucho, me enseñó todo.
Me enseñó a quererme con ganas.
A querer a quien está al lado y a darle la mano.
Me enseñó que siempre me está hablando en lo cotidiano, en lo sencillo, a manera de mensajes de voz en el corazón
y que, para escucharlo,
tengo que tener abierto ese, mi corazón. Ahí está esa Voz que no se equivoca jamás.
Me enseñó que un “gracias” o un “perdón“ lo pueden cambiar todo.
Me enseñó que la fuerza más grande es el amor y que lo contrario al amor es el miedo.
Me enseñó cuánto me ama
a través de lo que yo amo a mi familia.
Me enseñó que los milagros si existen.
Me enseñó que si yo no perdono,
soy yo el que se queda prisionero,
y para perdonar primero tengo que perdonarme.
Me enseñó que no siempre se recibe bien por bien,
pero que actúe bien a pesar de todo.
Me enseñó a confiar en mí
y a levantar la voz frente a la injusticia.
Me enseñó a buscarlo adentro
y no afuera.
Me dejó que me aleje, sin enojarse;
que salga a conocer la vida;
a equivocarme y a aprender.
Y me siguió queriendo, cuidando y esperando.
Me enseñó que sólo vengo por un tiempo,
y sólo ocupo un lugar pequeño.
Y me pidió que sea feliz
y viva en paz,
que me esfuerce cada día en ser mejor y en compartir Su luz conociendo mi sombra,
que disfrute, que goce, que ría,
que llore y que valore, que Él SIEMPRE va a estar conmigo…
que aunque dude y tenga miedo, confíe, ya que esa es la fe,
confiar en Él a pesar de mí…
Gracias, Jesús, por estar en mi vida y enseñarme a vivirla.
Celebro que llegó a mi vida y que,
si se lo permito, ¡vuelve a nacer en mi corazón!
Solo sé que se llama Jesucristo.